jueves, 1 de septiembre de 2011

Relato Huancaíno

Fue un día largo en el trabajo, pero después de una buena tarde del Sábado con los viejos amigos relajó las tensiones. Estabamos todos menos Manuel, decían que estaba ocupado viendo sus pasajes para viajar a Lima y conseguir trabajo ahí, la situación era díficil en Huancayo. Volviendo a casa ya entrada la noche, camine por la vieja calle que ya perdió su nombre justo para cruzarme con él. Estaba un poco deprimido y cansado, sólo se detuvo para hablar un par de minutos y contarme que ya viajaba el miércoles con su familia para probar suerte en la capital. Había vendido todo lo que no podía llevar y empaquetó lo demás. En caso de que no pudiera verlo para despedirlo le desee la mejor de las suertes y con un fuerte abrazo me despedí.

Seguí avanzando por la calle hasta que me detuve en mi casa, busqué las llaves oxidadas en mi bolsillo y abrí la puerta que me conducía al patio. Fue entonces cuando vi a un esperpento alado, cuya cara y cuerpo resultaban lo mismo. Con colmillos y garras que salían de su retorcido y enano cuerpo intentó atacarme, tropezé, pero cojí el viejo bastón de mi bisabuelo para golpearlo lo suficiente para espantarlo, después de todo no sabía a que me enfrentaba. Gimiendo como ningún hombre o animal había gemido antes se fue hacia el cerro con un tambaleante volar. No terminaba de pararme siquiera cuando escuché gritos de llanto proviniendo fuera de la casa, salí preocupado para ver que era la menor de las hijas de Manuel espantada con la sangre clara por las lágrimas pidiendo mi ayuda. Me jaló del saco hasta su casa donde la puerta estaba abierta y pude verlo con la cara cortada y casi arrancada.

La niña lloraba de tal forma que nunca pude escuchar sus palabras, sólo le entendí: "No sé que fue, vino volando hace un instante y lo mató."

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