jueves, 1 de septiembre de 2011

Relato de Carretera

Mi padre de joven no tuvo muchas oportunidades de estudiar, tuvo que buscar trabajos muy insospechados y poco convencionales que le ofrecían amigos y viejos familiares. Uno de ellos que recuerda, fue cuando el primo de su padre quería trasladarse a la capital por la amenaza del terrorismo, los "abigeos" fueron más peligrosos de lo que sospecho Belaunde. Varias pertenencias y mercadería suya la translado en un viejo camión cuyo motor de milagro funcionaba. Habían dos hombres mucho mayores que él en la parte delantera. Uno conduciendo y el otro evitando que se duerma. En la carga se encontraba él con otro muchacho de su edad y condición, ambos armados ante cualquier amenaza.

Todo parecía tranquilo, cada vez se alejaban más de la zona serrana y se podía divisar mejor las luces de la ciudad. El hombre que conducía, para su edad era muy cauteloso para estos encargos y de mucho respeto también. Nadie podría desconfiar de la palabra del buen Alfredo. Eran las primeras horas de la madrugada, todos somnolientos y cansados, menos el chofer, parpadeaban los ojos tratando de engañar el sueño, hasta que Alfredo y el acompañante gritaron entre maniobras y confusión. Fue con un golpe en la cabeza que mi padre despertó rápidamente para ver como una mujer inerte y fija atravesó todo el vehículo sin mostrar ninguna emoción. Pasando entre la carrocería y objetos como si de una sombra se tratara. Mi padre no tuvo tiempo si quiera de sacar su arma en un momento tan preciso como un parpadeo. Cuando la mujer se perdió en la negrura de la carretera, todos se miraron fijamente, sobre todo a Alfredo que en silencio lloraba sosteniendo el timón. Estos eventos nunca se los había contado a nadie, excepto ahora que viajabamos por el mismo camino y a la misma hora. "Ella aguarda" me dijo.

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