lunes, 25 de junio de 2012

Es un mundo tan vacío, tan superficial, no tengo donde escapar. Lo veo siempre, con miedo y decepción. Veo a los que llamo mis amigos hablando y riendo de su inexistencia, de su mero consumo de oxígeno. No quiero vivir su vida de una felicidad sobrevalorada, basada en hechos cotidianos tan vagos que no inspiran a la más escasa epifanía humana. Lo detesto. No puedo vivir un segundo más, siento que la muerte sólo me puede liberar de tal mediocridad, tal miseria...No quiero seguir cargando por años una existencia sin honor, valor, ni gloría; tan sólo para experimentar pocos segundos de una falsa risa. Sólo en la abstracción y en mí mismo me siento realmente completado, sin necesidad de agente externos que llenen el vacío causado por una sociedad carente de algo, un algo que ni siquiera puedo afirmar que es. Tengo miedo de lo que pueda suceder, no entiende a los demás y sus reacciones, los siento cálidos en sus saludos, pero fríos en sus despedidas, no sé si sea hipocresía o simplemente desinterés. Pero en este mundo la gente llora por caprichos innecesarios, reclama derechos supérfulos y no lucha más que por inocentes deseos. Niños todos que sólo quieren juegos y juguetes, no ven más allá, no ven donde estoy yo y si vieran voltearían. No son como yo, no puedo voltear y simplemente pretender que nada de lo que vi es cierto. No pueden ver más allá de sus falsos pastores, no intentan buscar su propia voz, como una vez lo intenté, pero fracasé.

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