lunes, 4 de octubre de 2010

A veces, cuando la gente que admira grandes pintores, músicos, filosofos, políticos y más, ya sea por su originalidad, inteligencia, capacidad, poder, por ser meramente atráctivos no en el sentido físico, sino en cuanto a personalidad. Yo a veces los veo y trató de entenderlos, y respetó sus capacidades en lo que les respecta, pero después de eso a mí parecer no tienen nada más. Y ellos, indignados voltean a mí y me cuestionan mis gustos cuando admiro a otros hombres que en la mayoría ni siquiera existen, si lo hicieran las cosas serían muy diferentes. Yo sólo callo, pero en el fondo se por que. No son líderes carísmaticos, ni genios, ni millonarios, ni ninguna otra característica apreciable por esta sociedad que tanto se jacta de su intelectualidad y libertad de expresión cultural. Los hombres que admiro en la fantasia solo tienen algo que los diferencia, que hacen que sean de esos pocos hombres que valen la pena. Son ellos los que en el momento más crudo no temen sudar un segundo más, ni jalar un gatillo. Son violentos, amargados y temidos; jamás podrían ser un buen "role model", pero eso es lo de menos, por que esos hombres cuando les escupen en la cara, por más secos que estén ellos devuelven el escupitajo sin importar nada, justamente por esa cualidad, de lo que tal vez llamarían ignorancia, actúan sin titubear, sin predemitar, hacen sólo eso: actuar. En un mundo donde el dialogo si bien ha traído la paz, estos hombres saben actuar con aquellos con los que no se puede dialogar. No le temen a lo inesperado, saben hacer lo que tienen hacer, cuando nadie mas puede. Son los que tienen los mayores pesos. Son de esos hombres que siempre luchan, esos son los hombres imprescindibles.

Tres góticos versos


Puede que mi padre haya sido el murciélago,
pero obviando las leyes de la herencia genética,
yo resulté ser el ave guardián.